Tras catorce años de brutal guerra civil en Siria (país 18 en la Lista Mundial de la Persecución 2025), el régimen y sus oponentes vieron cómo su conflicto terminaba abruptamente el 8 de diciembre de 2024. Los sirios salieron inmediatamente a las calles para celebrarlo, expresando en las redes sociales su alivio por el fin del legado de décadas de la familia al-Assad. Los cristianos estaban felices, pero también temerosos. La pregunta era: ¿cómo será la nueva Siria para ellos?
El legado de Assad se caracterizó por una represión generalizada y atrocidades cometidas contra la población civil, lo que provocó una profunda crisis humanitaria y la destrucción parcial del país tras todos esos años de guerra.
La nueva autoridad, Hayaat Tahrir al-Sham (HTS), declaró el establecimiento de un gobierno de transición. En enero, el nombramiento de su líder, Ahmed al-Sharaa, como presidente interino formalizó el nuevo panorama político.
Un año después de la caída del régimen, el panorama sirio se ha transformado drásticamente. Por un lado, hay cambios positivos: el servicio eléctrico ha mejorado en todo el país, los mercados están abiertos y los ciudadanos tienen nuevas oportunidades para empezar a trabajar, además de una mayor libertad para expresar opiniones sin temor a ser perseguido. Así, Siria ha comenzado a reanudar sus relaciones con la comunidad internacional.